Óscar Cervantes: un retirado que devuelve el porte a los libros en la Binal - El Siglo

2022-07-22 18:33:51 By : Ms. Ray Ho

El encuadernador de portadas suma cinco décadas de conocimiento en el arte de revestir manualmente antiguas obras, devolviéndoles la vistosidad original que ostentaron en el albor de su impresión 

Óscar Cervantes se levanta en la mañana y lo primero que le pasa por la mente son los libros. Nadie como él repara ‘tanto’ en cómo se visten los tomos impresos. Dice que los textos también tienen su propio código de vestimenta.

-¡Mira este libro!- me reta.

-¡Tócalo!- me invita.

Y... ¡sí!, lo toco y tiene una piel rugosa con pequeñísimos pliegues que al tacto se le sienten minúsculas divisiones rectilíneas en relieve. A la vista, se asemeja a un arado agrícola sobre la tierra.

“Es de tela de lona”- me responde vivaz, sabiendo que sería incapaz de contestarle de qué tipo de textil estaba revestido aquel ejemplar.

Óscar Cervantes, encuadernador de la Binal los últimos nueve años.

Sigo escéptica, -pensando-¿qué me querrá decir este señor?

-Está hecho con tela de catre- me explica viendo mi cara de disociación-. ¿Sabes por qué este libro tiene este tipo de textura?-me repregunta.

-No- respondo veloz y resignada.

-Porque es para que los músicos, mientras tocan un instrumento, puedan dejarlo en el atril sin que se mueva.

Me interesa su respuesta. Abro los ojos y vuelvo curiosa a tocar el textil de que está forrado la cubierta del libro.

Óscar me atrapó. Es un didáctico, de esos que les gusta enseñar todo lo que saben. No se reserva nada. Continúa, diciéndome el detalle de cómo es cocido el libro para que se fije y pueda abrir explayado sin que las hojas se cambien mientras el músico lee una determinada partitura en ‘x’ página. “Cuando el músico deposita en el atril el libro y va leyendo la escala musical, el libro tiene que abrirse completamente, tiene que abrirse bien”, añade riguroso, subiendo ambas cejas al tope de su frente.

Óscar es metódico, organizado y perfeccionista en su trabajo como encuadernador. Aprendió bien, desde su adolescencia, para ser exactos, en la escuela le dieron un certificado que lo acredita como “encuadernador prensista”. Aprendió como nunca más enseñaron, pregona orgulloso el egresado del Instituto Técnico Don Bosco en el año 1965. “Modestamente el Don Bosco era el único que realmente preparaba unos buenos encuadernadores”, alardea.

Reconoce que en la actualidad la formación en el oficio es nula, desde que su alma mater dejó de preparar a los muchachos en esa rama en los 80’s. “Ahora mismo hay una escasez de profesionales; el arte de la encuadernación en este país realmente es muy desconocida”, afirma el experto de 75 años. Como una excepción menciona al Colegio Artes y Oficios Melchor Lasso de la Vega- ubicado en la avenida Transístmica- como uno de los que aún enseña las técnicas de cómo renovar portadas, lomos y contraportadas de los libros. “Lo hace, pero muy por encima”, aclara del curso moderno pero según él deficiente del mencionado centro educativo.

Un retiro con propósito

Fue de forma inconsciente como este exadministrador público consiguió un trabajo, post-retiro, en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R., de encargado en encuadernación. Precisamente mientras visitaba la institución haciendo una investigación para el mayor de sus 5 nietos. Le dieron un libro para consulta en sala tan deteriorado en su presentación, que Óscar se quedó mirándolo perplejo y consultó, con una pregunta inocente. -Señora, disculpe ¿quién les repara las portadas a libros como este?- La bibliotecaria respondió con desdén:‘‘pues no tenemos a nadie, la persona que lo hacía renunció, y en meses aún no hemos encontrado un reemplazo’’.

A Óscar esa respuesta le llegó como un designio divino. Estaba recién jubilado y la idea de quedar sin actividad le parecía una aberración. Ofreció sus servicios inmediatamente, mencionó que había trabajado en una famosa imprenta en su primera experiencia laboral, creó la segunda hoja de vida de su vida y la trajo,se vendió tan bien, que para el lunes ya estaba instalado en su nueva oficina con un cerro de libros esperando la restauración de sus portadas.

Óscar se calza los guantes celestes y su mascarilla. Su labor resulta casi investigativa, detectivesca si le apetece. Así fue que descubrió cómo el uso del keratol fue perjudicial en las portadas de libros curadas anteriormente: el material-empleado como cobertor- desarrolló bacterias y afloró en la superficie de las cubiertas el nefasto moho. ¡Craso error! del profesional anterior, todo el trabajo que había adelantado se había echado a perder, quizá por eso su antecesor colgó los guantes. Sería necesario repetir el proceso de restauración, pero usando mejores materiales. Y, al menos, en Panamá el único ciudadano que estaba dispuesto ha hacer frente a semejante trabajazo era, adivine usted: sí, ¡Óscar! Es así como el abuelo de 4 niñas y 1 varón, se puso en acción al asumir su cargo, mandó a pedir materiales de calidad a Europa y Estados Unidos para reemplazar todo el keratol empleado en los ejemplares curados. En su oficina-taller dentro de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R. tiene muestrarios de finos textiles en distintos colores, se los conoce como la palma de su mano. Es detallista y obsesivo cuando de calidad se trata. Incluso si viaja de vacaciones a Estados Unidos, activa su plan de búsqueda de novedosos productos para revestir las portadas de libros de la única forma que conoce, la artesanal, a punta de trabajo puramente manual.

Otras de las innovaciones en el departamento de restauración fue cambiar las letras de color plateadas a doradas, las cuales van impresas en los lomos de los ejemplares. La tinta plateada se desvanecía, se pulverizaba con el tiempo o se caían letra por letra, entonces, los libros quedaban sin títulos, irreconocibles entre los demás. Óscar apostó por los sellos con tinta dorada. Le encanta ver la linotipia marcada en color oro, con un aspecto más elegante. La observa, le pasa la mano, tantea cada letra cual tesoro con sus digitales y se siente pleno: sonríe a gusto aunque sea para sí mismo, porque no hay nadie más que comprenda lo que hace. Pareciera, que ni en su círculo, donde ha laborado por 9 años y apenas conseguido un aumento de 50 dólares en uno de ellos. No ha habido más mejora salarial porque el gobierno no concede más para el presupuesto de la institución.

Todo se ve bonito en la biblioteca, sus instalaciones son modernas, limpias y acondicionadas como un aire polar pero hasta allí, hasta la fachada llega el progreso. “Quizá tenemos un buen edificio pero, cuando vamos a analizar la parte interna de la institución como tal, adolecemos de muchas cosas para poder seguir desarrollando lo que se quiere precisamente para las futuras generaciones”, menciona el también exasesor ministerial. Y es que si de por sí, el trabajo de Óscar es tan desconocido, ¿quién va a reparar en cuánto gana al final de cada mes? Sus propuestas de aumento se han quedado engavetadas, ignoradas, desoídas, y se atreve a contarlo ahora que le hemos dado voz. Aunque la relacionista de la Biblioteca parece ponerse nerviosa, le hace señas que de ese tema mejor no hable, porque en realidad están celebrando, festejando los 80 años de aniversario a los que ha llegado la institución, con limitaciones pero en pie. No quisieran opacar lo bueno, con lo no tanto. Pero Óscar es valiente, y se atreve a último minuto, cuando ya me ha enseñado todo lo que sabe en una charla kilométrica, en un monólogo que interrumpo con preguntas centradas en los minúsculos detalles. Y cuando por cortesía profesional, le pregunto, ¿desea añadir algo? Asume una postura diferente, se empodera, como si hubiese preparado un discurso con mucha antelación para este momento. ¡Sí!-responde- “Quisiera aprovechar esta visita de ustedes”- me mira serio a mí y a mi compañero de trabajo, el productor audiovisual Eduardo Dutary y empieza:

“Tanto a los gobiernos que han pasado y al actual, tengo la impresión, y lo hablaría hasta con seguridad, de que a la Biblioteca Nacional como custodia de estos documentos,que son tan valiosos para las futuras generaciones, los gobiernos no nos han dado el apoyo que se le debe dar a esta institución” dice en tono fuerte. “Definitivamente, no se le da el apoyo”, remarca.

“Por mucha buena intención que pueda tener la administración de mejorar, no se puede mejorar si no hay recursos. Los recursos que la Binal pueda captar a través de los servicios que brinda; realmente por los servicios que se brindan aquí se cobra muy poco, casi nada”, dice meneando la cabeza en señal de negación. Cuando edito esta parte, le cedo la oportunidad a Óscar de expresar todo lo que siente, de que al menos su voz sea leída por quienes tienen poder de decisión sobre dotación de recursos en el Estado.

Cuando yo pensaba que ya sabía todo sobre Óscar, él me sorprende. En ese discurso que había preparado quizá frente al espejo en su casa, la noche anterior a esta entrevista grabada para un video de 4 minutos, - fue la instrucción que me dieron en la redacción -, Óscar ya no pedía el aumento de salario para él, después de todo es jubilado y está agradecido de mantenerse productivo a su edad. Pero del presupuesto de la Binal depende que él pueda ordenar mejores materiales para la preservación de las tapas de los libros. Como no hay incremento al presupuesto, el material ya le escasea en su taller. En ocasiones pone dinero de su bolsillo para tener más material disponible. Por estos meses, la pandemia no ha ayudado. “Ahora mismo, tenemos una situación: los materiales que necesitamos están escaseando y eso nos puede coger más tiempo”.

“Estos materiales-explica- se encuentran con mucha dificultad dentro del país, por lo que hay que mandarlos a buscar afuera. Porque los que usamos para la biblioteca son materiales que deben estar libres de ácido. Aquí, en el país hay materiales para encuadernar pero de otro tipo. Los que se utilizan para trabajar documentos como los que tenemos aquí en la Biblioteca Nacional, en donde cada material que utilizamos debe tener ciertas características “muy especiales”, que con dificultad se venden dentro del país”.

Un trabajo con muchos procesos

El proceso de restauración tiene dos partes, el de curar las páginas carcomidas por el tiempo, que hace su compañero de fórmula, Otniel Jones (ver reportaje), y su parte, que consiste en restaurar, renovar o reemplazar las portadas de obras que son producto de recopilaciones de páginas sueltas. En otras palabras, darle vida a la carátula de los tomos, dotarles de dignidad con trajes elegantes, “ropa cara y nueva”, si hablamos al estilo del reggaeton.

En realidad, no todas las páginas sueltas, llenas de historia, se compilan en obras empastadas en libros, otra buena parte se conserva sin apilar, en cajas herméticas libres de ácidos contaminantes que deterioran el papel recién restaurado. Son documentos débiles, muy viejos para resistir el proceso de encuadernación. Las cajas libres de ácidos impiden que la luz penetre en la composición química del material y lo preservan de acuerdo a las temperaturas aptas para estos menesteres de conservación histórica.

“Aquí en la biblioteca los libros se recuperan y se restauran con el objetivo de custodiarlos, porque el libro se digitaliza antes para que el público tenga acceso a ellos en un formato más fácil de manejar”, explica de los procesos internos y la razón de ser del departamento de Conservación y restauración, al que pertenece, ubicado en un pasillo interno del primer piso, donde el paso es restringido para los usuarios de la biblioteca. En ese mismo nivel, el también nombrado 100, opera la hemeroteca, donde el público puede acceder a 758 mil 130 títulos de periódicos para su consulta.

¿Cuántos libros al día pasan por sus manos?, le inquiero al también exdirector de finanzas por 15 años en el Tribunal Electoral.“El trabajo que sale de aquí, nos coge mucho tiempo por varias razones. La principal razón es la destrucción del documento. La otra razón, y que yo considero, es que todo lo que se hace es manual. La única máquina que consume energía aquí, es una máquina de grabar (los letras de los títulos), todo lo demás es manual. Entonces, eso nos coge mucho tiempo. Y no podemos hablar de tiempos específicos porque el tiempo va a depender del estado de destrucción del documento.

Yo no hablaría de cuánto tiempo, de cuántos tomos, sino mejor de entregar un documento que se pueda observar, que se pueda tocar y que no se siga destruyendo”.

Pero al fin, se rinde a la pregunta, “un mes o dos meses”, dice del documento que al cual le dedica mayor tratamiento.

El día de la entrevista, Óscar era el primero de cuatro entrevistados que debíamos grabar. Cuando salí de la biblioteca pasado el mediodía, algo hambrienta, bastante hambrienta porque desayuné ‘light’ y no había almorzado a la 1:30 p.m., mi cerebro estaba por estallar de ‘tanta’ efervescencia, de ‘tanta’ información. Recién estaba estrenando trabajo, después de un año de desempleo en Panamá no intencional y dos años de residencia en el extranjero-sin trabajo intencional- por dedicarme a estudiar.

Había preparado un cuestionario guía de 23 preguntas para hacer la entrevista, pero iba con algo de desilusión, pensando en que quizás esos procesos aburridos en la biblioteca, no tendrían nada qué contar, porque me encanta contar. Me alegra saber qué me equivoqué con aquel prejuicio. Óscar resultó ser el primer voluntario para la sesión de grabación, siempre dispuesto. Incluso seguía aportando, cuando era el turno de su compañero de oficina-taller. Aquel día, pedía siempre más atención, algo había olvidado decirme y no quería que me fuera sin saberlo. Eduardo, tenía que montar y desmontar la cámara para hacer tomas extras con las cosas nuevas que Óscar iba sacando, como un mago que saca conejos de su sombrero. Del cuestionario apenas usé el 10%, Óscar es un protagonista nato, estuvo contenido tanto tiempo y al fin, encontraba dos oídos atentos. Cientos de personas visitan el Parque Recreativo Omar: para distraerse en la naturaleza, hacer ejercicios, pasear a sus mascotas o- la última moda- vacunar a sus infantes, pero nadie imagina que dentro de las paredes de la monumental institución exista un personaje tan interesante. Un hombre preocupado por que las obras no se pierdan, preocupado por que gente que aún no ha nacido encuentre la información que se genera hoy, o la que ya se escribió desde 1800. El sueño de Óscar es ver restaurado cada tomo desvencijado que reposa en la biblioteca, es decir que de 1 millón 9 mil documentos que existen deben pasar por sus manos curatoriales el 30% de ellos, lo que vendría representando 302 mil 700 documentos. Una tarea ambiciosa para un solo hombre, el único en retirada pero dispuesto.  

miércoles 22 de junio de 2022